Es que imagino
la tormenta y luego sucede,
lentamente me permito
la ausencia paulatina
de las prendas
hasta que la piel
retome su primera labor,
cubrir un alma frágil
y no estar cubierta.
Solo puedo pensar
como única imagen,
en el azúcar
disuelta por el agua
o tu boca en mis besos,
el dulce padecer
y la tormenta,
aquella que imagino
luego sucede.
Cintia Ceballos
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