viernes, 13 de marzo de 2009

sin nombre

Se levantó y miró a su alrededor
no reconoció ni el lugar ni el tiempo exacto,
intuyó que la noche había quebrado sus sentidos,
mareado se dejó llevar por sus impulsos.
Sintió que alguien lo llamaba con un nombre,
nombre que no recordaba ni propio ni familiar,
ignoró la voz y caminó hasta la puerta,
estaba abierta, sin llave, lo cual le permitió
al fin sentirse libre otra vez.
El otra vez fue fuerte, entonces entendió que era
un sentimiento que ya había experimentado.
Una vez afuera miró el entorno, nada, nada le resultaba
conocido, ni las casas que lo rodeaban y menos aún aquella
de la que había salido.
Era de día y muchos pájaros cantaban, eso sí, reconocía cada
canto particular y podía acertar sin miedo a equivocarse de que
pájaro se trataba, eso le dió una cierta seguridad, siguió caminando
sin rumbo un poco mareado aún y aturdido.
Intentaba pensar en algo de lo cual tuviera certeza y se le venían a la
mente canciones infantiles, olores dulces y números y también colores,
como si el único recuerdo posible fuera neutro e imparcial.
Cansado de caminar se tiró con angustia en el banco de una plaza, estaba
oscureciendo y eso lo llevó a pensar que estuvo caminando todo el día, tenía hambre
y frío, se acurrucó contra su propio cuerpo y sin pensar en nada, si es eso posible
para alguien alguna vez, se durmió.
El sol tibio acarició sus párpados y despertó.
Un rostro desconocido lo miraba con cariño.
¡Pablo!- le dijo- con demasiada alegría.
Pero siguió sin entender, ese no era el nombre con el que lo habían
llamado el día anterior.
Y tampoco este nombre le resultaba propio.


cintia ceballos