Matando la obviedad
a modo de combate
y contrariando mi inercia,
me entrego a las pasiones
más mundanas
y a los placeres corroídos
y mezquinos.
Interpretando tus silencios
y la manera de construirlos
siento que me hundo
aún cuando creía
haber tocado fondo.
Y me obligo a repetir
el instante,
a padecer los tormentos
que dibuja tu mente
retorcida y enferma,
comprendiendo
que carezco de cordura
plausible
y que prefiero el destierro
de tus labios
antes que el olvido.
Me visto para un funeral
y no me está permitido
ni llorar al muerto,
entonces trago
mis lágrimas,
elogio la ceremonia
y la majestuosidad
del féretro.
Y admitiendo
la distancia que mora,
me voy con la frente
en alto
mascullando tu nombre
y mi tormento.
Cintia Ceballos
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